UN BESO, QUERIDA MADRE
La muerte de nuestro enemigo es uno de los deseos más oscuros del ser humano, y hay quien ve en ello una oportunidad profesional. Es el caso de la Hermandad Oscura, una banda de mercenarios que se dedican a poner fin a la vida de cualquiera, siempre y cuando haya un cliente interesado en dicha pérdida. Estos asesinos se rigen por un código basado en el respeto a sus compañeros y el culto a Sithis, el dios primordial del caos, y a la Madre Noche, su divinizada esposa de origen mortal.
Misiones
La Hermandad Oscura
El temor inspirado por este clan les ha conferido una fama más que justificada por toda la región, amén de un halo de misticismo presente en el Sacramento Negro, un ritual que todo aquel que requiera sus servicios debe efectuar.
En el libro Un beso, querida madre, hallamos la descripción del ritual, que consiste en crear una efigie de la deseada víctima fabricada con un esqueleto humano, un corazón y un trozo de carne. Después de rodear de velas esta representación, hay que apuñalar el corazón repetidas veces con un cuchillo frotado en belladama mientras se recita la siguiente plegaria: "Santa Madre, Santa Madre, envíame a tus hijos, pues los pecados de los indignos deberán purgarse en un bautizo de sangre y miedo". Tras esto, la Madre Noche escucha la súplica y se la susurra a un miembro de la Hermandad conocido como Oyente, quien a su vez la transmite a los Portavoces para que formulen el encargo a los suyos.
La reputación de esta infame facción se halla en un estado de decadencia, después de que casi todos sus santuarios fueran saqueados durante la Gran Guerra entre el Dominio de Aldmer y el Imperio Mede. De hecho, uno de los principales conflictos del funesto gremio es que la Madre Noche ha dejado de comunicarse con ellos, por lo que deben guiarse por los rumores para averiguar quiénes son sus clientes y así contactar con ellos. Durante nuestro paso por la Hermandad Oscura podemos o bien exterminarles o bien devolver su gloria de antaño.
En Ventalia, si entramos en la casa del niño Aventus Aretino, le encontraremos en plena práctica el Sacramento Negro. El muchacho confundirá nuestra presencia con la ansiada visita, y nos formulará con entusiasmo su deseo: la muerte de Grelod la Buena, la cruel regente del Orfanato Salón de Honor en Riften. Al poco de llevar a cabo el asesinato, recibiremos un misterioso pergamino con la huella de una mano estampada, sello de la Hermandad Oscura, y el escueto, más elocuente mensaje: “Lo sabemos”.
Si después de eso nos vamos a dormir, seremos raptados y despertaremos en una cabaña. Astrid, nuestra captora de aterciopelada voz nos reprochará el haber tomado un encargo que no nos pertenecía. A partir de aquí, sólo tenemos un camino: demostrar que somos dignos de la Hermandad Oscura, para lo cual se nos plantea una prueba. Tenemos ante nosotros tres rehenes, y sobre uno de ellos pende un contrato de muerte. El reto consistirá en ejecutar a aquel que ha sido designado como víctima del gremio de asesinos. Es en este punto del juego donde se nos pone de frente ante una cuestión moral que, probablemente no nos hemos planteado durante la partida: ¿Quién decide sobre la vida de los demás? Skyrim está repleto de muertes violentas: la partida empieza con el Dovahkiin de camino al patíbulo y, como en casi todo juego de rol que se precie, deberemos defender nuestra vida terminando con la de otros, e incluso podemos iniciar matanzas injustificadas que nos llevarán a consecuencias difíciles de manejar. Sin embargo, es aquí donde se nos plantea la muerte ajena como una responsabilidad en la que radica la filosofía de la Hermandad Oscura, y es en esta prueba es donde demostraremos a Astrid nuestra validez como nuevo recluta. Cualquiera de los rehenes que escojamos bastará para superar el reto —lo cual nos hace pensar que los tres eran futuras víctimas del gremio— y, tras ello, Astrid nos invitará a conocer la Hermandad en su Santuario cerca de Falkreath.
Durante el reto, podemos rebelarnos, asesinar a Astrid y liberar a los prisioneros. Tras ello, podemos informar al comandante Gayo Mero, quien nos pedirá ir al Santuario de la Hermandad Oscura para acabar con sus miembros.
Silencio, hermano
Para acceder al santuario, deberemos pronunciar la frase "Silencio, hermano" cuando se nos pregunte cuál es la música de la vida. Tras ello, pasaremos a formar parte de la familia, compuesta por unos miembros llenos de un carisma inolvidable: la propia Astrid, líder del gremio; Babette, una niña vampira que se aprovecha de su apariencia infantil para engañar a sus víctimas; Nazir, quien nos encargará asesinatos a modo de misiones secundarias; Cicerón, el extravagante bufón devoto de la Madre Noche —y con quien nos hemos podido cruzar previamente, mientras transportaba el ataúd que contiene el cuerpo de su madre espiritual— cuyo nombre es un guiño al célebre orador romano; Gabriella, que utiliza sus encantos para embaucar a sus víctimas; el sabio y huraño Festo Krex; Arnbojrn, el licántropo esposo de Astrid; el afable Veezara y, por supuesto, Lis, la araña congeladora adoptada como mascota por la Hermandad. Más adelante, conoceremos a Sombra, el espectacular caballo espectral que recibiremos como recompensa durante una de las misiones que pertencen al arco que nos ocupa.
Durante nuestra convivencia con el gremio de asesinos, cuyo respeto nos ganaremos a medida que completemos encargos, percibiremos dos problemas: la frialdad de Astrid y la desconfianza del resto de miembros hacia Cicerón, quien se encierra a menudo en la habitación donde reposa el cuerpo de la Madre Noche y cuya excéntrica personalidad es blanco de desprecio por parte de sus compañeros. Al espiarle, descubriremos la frustración de Cicerón al no recibir mensajes pese a ser el Oyente y un fiel devoto a su diosa. Para evitar ser descubiertos, nos esconderemos en el ataúd, y en una tétrica escena, la Madre Noche nos nombrará su siguiente Oyente —y de nuevo, como buen protagonista de una aventura de fantasía heroica, el Dovahkiin vuelve a ser el Elegido—. Cicerón estará entristecido, pero respeta a la Madre Noche por encima de todo. No obstante, Astrid se mantiene desconfiada hacia nosotros y no termina de creer que seamos el siguiente Oyente. Este desacuerdo, sumado a la tensión previa con Cicerón, causará una escición del gremio y el bufón, quien atacará a sus compañeros y se dará a la fuga. Nosotros deberemos darle caza y, tanto si perdonamos su vida como si no, deberemos regresar con Astrid. Nuestra jefa deja a un lado los prejuicios hacia nosotros y nos pide que visitemos a Amaund Motierre, el cliente señalado por la diosa.
¡Ave, Sithis!
Durante nuestra cita con Motierre, miembro del Consejo de Ancianos de Skyrim, gobierno central del Imperio, recibiremos un encargo con un peso político devastador: el asesinato de Titus Mede II, el mismísimo emperador de Tamriel.
Ayudados por Astrid, nos inflitraremos como el Gourmet, un aclamado chef que amenizará con su gastronomía la recepción del Emperador en la ciudad de Soledad, rol que aprovecharemos para cumplir el contrato. Tras acabar con la vida del soberano, seremos detenidos por el Comandante Maro, quien nos revelará que nuestra víctima era un señuelo y que alguien de la misma Hermandad Oscura nos ha traicionado a cambio de cesar la eterna persecución contra el gremio de asesinos. El propio Maro nos desvela que él no tiene intenciones de cumplir su parte del trato, y que nuestros hermanos oscuros serán los siguientes después de terminar con nosotros.
Si conseguimos zafarnos, podemos llegar al Santuario para descubrir un doloroso desenlace: nuestro cuartel ha sido arrasado por los imperiales, y veremos morir a algunos de nuestros compañeros ante nuestros ojos, si bien los cadáveres de otros ya yacen en el suelo —e incluso Lis cae en la batalla—. Sólo hallaremos dos supervivientes: Nazir y Babette, con quienes derrotaremos a los invasores. Por último, descubriremos el cadáver calcinado y moribundo de Astrid. En su último aliento, la mujer nos confiesa, arrepentida, que traicionó a la Hermandad para comprar su salvación del imperio y que merece ser juzgada por Sithis. Rodeada de velas, realiza el Sacramento Negro para pedirnos que acabemos con su vida, no sin antes hacernos una última petición: restaurar la Hermandad Oscura.
La Madre Noche nos recuerda que el asesinato del auténtico emperador sigue pendiente. Junto con Nazir y Babette, creamos un nuevo cuartel general en Lucero del Alba, donde se halla un antiguo Santuario abandonado. Desde aquí, planearemos el asesinato de Titus Mede II.
En esta ocasión, nos infiltraremos en un barco donde la guardia no será fácil de burlar. En sus aposentos, Titus nos aguarda con paciencia y resignación, y es que siempre ha sido consciente de que alguien en su posición es un blanco fácil. El emperador acepta su destino con dignidad, pero aprovecha la ocasión para pedirnos venganza contra quien haya formulado el contrato, lo cual quedará a nuestra elección.
Tras un asesinato que causa conmoción en el orden político de Skyrim y un intento frustrado de erradicación de la Hermandad Oscura, ésta renace de nuevo. El Dovhakiin se convierte en su nuevo líder, mientras que Nazir busca nuevos reclutas que sirvan a Sithis. Y es que la muerte es un negocio inagotable en un mundo lleno de intrigas e intereses perversos como lo es Tamriel. La supervivencia, la ambición o la libertad a veces suponen la muerte de otro, para lo cual nunca es desestimable la ayuda de un profesional ni la de los dioses.